El pueblo unido ¿jamás será vencido?
El pasado Día
de la República, el 14 de abril de 2017, una amiga nos recordó aquello tan
manido de que si estuviéramos todos unidos, nadie ni nada nos detendría. De
hecho, su frase fue “…aunque unidos somos capaces de todo, lo malo es que no lo
estamos.”
La frase tiene
su con qué, o sus dos con qué.
El primer con
qué es ese cierto tufillo de buenismo totalitario que siempre se nos engancha a
los de izquierdas (semejante a como a las derechas se les engancha un buenismo
autoritario). Eso de estar unidos, eso de que el pueblo unido jamás será
vencido, eso de sentirse uno en comunión (común unión) de alguna manera olvida
que si no lo estamos bien pudiera ser porque no todos pensamos lo mismo ni
esperamos lo mismo, y precisamente abogar porque la solución pase por estar
todos unidos (bajo una misma idea, en el mejor de los casos, o un mismo líder,
en el peor) es la suave pendiente que nos acerca al peligro del populismo. Item
más: a lo mejor los que no se nos unen, porque piensan distinto o esperan
distintas cosas, resulta que tienen más razón que nosotros.
Y aquí viene el
segundo con qué.
Lo cierto es
que pienso que los que no se unen a nosotros tienen globalmente menos razón que
nosotros (ese nosotros al que incluyo
a mi amiga), pues si pensara que tienen más razón estaría, obviamente, con
ellos. Y como en mi opinión la cosa va de razones, entiendo que no se trata de
responsabilizarnos, ni culpabilizarnos, de estar desunidos. Se trata de
convencer con argumentos y razones a la par que, si es el caso, dejarnos convencer
con argumentos y razones: atraer o dejarnos atraer, sin solicitar adhesiones
desde el sentimiento. Y este es el segundo con qué: la dificultad que tenemos
para argumentar y razonar en una sociedad tan tremendamente compleja como es
este mundo donde vivimos.
El mundo es
enormemente complejo, por lo que innegablemente los análisis que hagamos no
serán sencillos y los argumentos, tanto a favor como en contra de cualquier
tema, serán tan trabajosos de urdir como de leer y seguir.
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Pues eso:
contra el primer con qué, el peligro del totalitarismo que siempre acecha a
cualquiera pensamiento de izquierdas, vale lo aquí expuesto. Contra el segundo,
valgan las entradas que sobre economía iré colgando próximamente.
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