09 abril 2017

La paradoja que va de Manhattan a Lavapiés (Milagros Pérez Oliva)




Qué puede hacerse cuando la modernización de algunos barrios termina por expulsar a sus antiguos moradores


Milagros Pérez Oliva sabe poner negro sobre blanco temas de necesaria reflexión, pero es posible que en este último artículo la reflexión final le haya salido al revés.


"Hay fenómenos globales que son iguales en todas partes. Uno de ellos es la gentrificación de las ciudades. Este neologismo inglés tiene mucha miga porque designa una de las paradojas del urbanismo moderno y es capaz de hermanar lugares tan diferentes como el Lower East Side de Manhattan, El Raval o Lavapiés. ¿Qué tienen en común ese barrio de Nueva York, el antiguo barrio chino de Barcelona o el popular barrio de Madrid? Que cuanto más se invierte en ellos, más expulsan. Que cuanto más mejoran las condiciones de vida, más atractivos resultan para inversores y especuladores, lo que provoca un aumento del precio de las viviendas que acaba expulsando a sus antiguos moradores.
[...]
turismo es además una fuente de riqueza y trabajo. Se han ensayado diferentes fórmulas. París y Berlín han puesto topes a las subidas de alquileres. Barcelona ha puesto límites al turismo. Vivienda social, protección del comercio local, pero ninguna por sí sola es capaz de frenar el proceso. Habrá que seguir explorando una forma de invertir en los barrios que asegure realmente mejoras para sus habitantes.
" (ver el artículo entero en El País)

Lo fácil y más vendible como un quick-wins son las mejoras de las condiciones del barrio, con la gentrificación que ineludiblemente eso comporta.

Lo difícil y menos vendible como quick-wins es mejorar las condiciones materiales de las personas, una labor lenta y con resultados a largo plazo.

El peligro de emigración (y cambio de los antiguos pobladores, que buscan zonas mejores atendiendo a su nuevo nivel material, por nuevos en condiciones iguales o peores), aunque posible, lo veo poco probable tanto por la lentitud de que las mejoras devengan sensibles como por lo usual del comportamiento humano que hace que queramos quedarnos donde estamos, por no hablar de lo caro que ya es el resto de Barcelona y aledaños.

Propongo exactamente el contrario de lo que pide: "Habrá que seguir explorando una forma de invertir en los habitantes que asegure realmente mejoras para sus barrios".

Lo dicho, primero cambiar las condiciones materias de las personas, lo otro, aunque no mecánicamente, vendrá dado por añadidura, eso sí, ayudando desde una administración progresista.

No alcanzo a ver ninguna otra forma de promover cambios en barrios como El Raval de Barcelona o Lavapiés de Madrid sin provocar a su vez su gentrificación.

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